No recuerdo con precisión las cosas. Tengo una memoria pésima y selectiva. A veces he llegado a pensar que es por eso que escribo, como una forma de mantener mis recuerdos. Suelo recordar algunas imágenes y algunas sensaciones, pero no trazos enteros de mi pasado. Es como si hubieran hecho cortes en la película de mi vida, como si sobraran solamente algunos pedazos de la cinta en 35 mm de mi vida y el resto se hubiera podrido en algún sótano olvidado.
Recuerdo por ejemplo tener cinco o seis años e interponerme entre mi padre y mi madre, defendiéndola. Pero sólo recuerdo esto, no sé por qué, no sé si mi padre realmente estaba violento o yo lo recuerdo así. Recuerdo una almohada vieja que llevaba a todos lados y que acariciaba mientras me chupaba el dedo gordo de la mano derecha. Recuerdo a mi amigo Luis en el hospital conectado a una serie de tubos, mirándome como si no me reconociera. Recuerdo a mi amigo Gustavo parado en medio de la calle despidiéndose de mí agitando su mano izquierda en el aire. De él sólo recuerdo esta imagen, murió atropellado por un camión mientras jugaba frente a su casa. Mis padres me dijeron que estuve triste por varios días, pero yo no lo recuerdo, sólo recuerdo la imagen que vuelve de vez en cuando o se me aparece en sueños. Recuerdo el beso repentino que me dio una prima debajo de una cama. Recuerdo la mirada de un caballo de manchas blancas y negras que me había regalado mi tío y que se murió de tristeza en un potrero abandonado a las afueras del pueblo y recuerdo la risa miserable de un tipo que estaba con nosotros cuando mi caballo se moría. Y recuerdo que trataba de ocultar mis lágrimas y que no podía dejar de mirar al caballo que parecía también mirarme como pidiéndome algo que yo no lograba entender. Recuerdo un día que estaba en la tienda y llegó un niño pobre y mal vestido a comprar una bolsa de leche pero le faltaban 10 pesos o 20 pesos, y la vendedora no le podía vender la bolsa de leche y yo no hice nada, tenía los 10 pesos o los 20 pesos en el bolsillo pero no hice nada y el niño se dio media vuelta y se fue de la tienda. Recuerdo levantarme un día y ver el patio de mi casa completamente cubierto de cenizas. Recuerdo haber visto unas luces extrañas en el cielo, una noche en que esperaba la aparición del cometa Halley. Recuerdo un carrito, un camión blanco que llevaba en la parte de atrás una lancha y que mis padres me compraron en San Andrés. Llegará un día en que también se me olviden estas cosas. En que mis recuerdos se conviertan en una masa sólida en mi cerebro y vea todo blanco o todo negro. O tal vez al final de mi vida vuelva a ver la película completa, como dicen que les pasa a los que están a punto de morir, que mi vida pase por mis ojos como una película adelantándose a toda velocidad. ¿Quién sabe? A lo mejor algunos recuerdos aparezcan en toda su magnitud y logre comprender cosas que hasta ahora se mantienen enigmáticas, pero tal vez ya sea demasiado tarde, tal vez se trate de esos segundos de lucidez que preceden nuestra despedida definitiva. ¿Para qué comprender todo segundos antes de morir?
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