No me gusta ir a la peluquería. No sé por qué, pero no me gusta ir desde que era un niño. Creo que la peluquería me intimida. Mujeres con senos grandes (siempre imagino las peluqueras con senos grandes) y hombres de manos huesudas y aliento a whisky o a aguardiente tan cerca de mi cuerpo me causan un tipo de extraña angustia. Por esta razón hace varios años mi mujer me corta el pelo con consecuencias diversas, dependiendo de su concentración, humor y del estado de nuestra relación sentimental en cada oportunidad. A mí no me importa demasiado y, además de ahorrar algún dinero para comprar libros y cerveza, evito la angustia de tener que ir a la peluquería una vez al mes.
Archivo | Alan Pauls RSS feed for this section