En Lisboa el 13 de junio de 1888 nace el poeta Fernando Pessoa. Desde que inicia su labor poética lo acompaña una preocupación central: el sentido del ser. Pessoa será siempre un poeta y un filósofo, por eso Heidegger denominó su actividad como poetar pensante. Pero no existe un solo Fernando Pessoa, tuvo varios seudónimos y cuatro famosos heterónimos (Alvaro de Campos, Ricardo Reis, Alberto Caeiro y Antonio Mora). ¿Qué está detrás de esa multiplicación? Los personajes-autores son creados para acompañar a Pessoa en su propia soledad y angustia: la angustia del ser. En Pessoa y sus otros yo no hay sosiego, no hay un Dios que los acoja. Los aflige la rapidez con que se escapan los días sin tener tiempo de repetir los breves instantes de felicidad que raramente alcanzan. Se deprimen por haber fallado y los persigue el pensamiento implacable, el hábito inmortal de analizarse a sí mismos. Estas son las raíces del desasosiego que genera la angustia, comenzando por el vicio de pensar, de estar conscientes. Es precisamente el sentimiento de angustia que experimentamos el que nos revela la presencia de la nada. Es en esta experiencia que se revela al mismo tiempo el ser. Heidegger descubre en el lenguaje poético la presencia del ser, donde la cuestión de la verdad pasa a ser encarada como enigma, lo que no significa que no pueda ser mostrada sino jamás descifrada. La verdad es una aparición. La poesía de Fernando Pessoa consigue llegar a la radicalidad del sentido, trayendo la verdad a la luz en un juego de sombras. El poeta es el mensajero, alguien que trae la noticia, que es capaz de escuchar el mensaje y ser fiel a esa escucha. El poeta está más cerca de los dioses, del espacio sin nombre, el espacio de la nada, donde aparece la verdad del ser. Desde ese espacio nos habla Fernando Pessoa.
La oreja de Holyfield
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