Hay libros que después de leerlos me producen una sensación, un tanto melancólica, relacionada con la imposibilidad de conocer a su autor, o más aún, con la imposibilidad de convertirme en su amigo. Acabo de leer uno de estos libros, Satura del ensayista paisa Jaime Alberto Vélez (1950-2003), publicado en agosto del 2013 por la editorial de la Universidad de Antioquia.
En el prólogo al libro que reúne algunos de sus ensayos y dos cuentos breves, Mario Jursich recuerda las conversaciones telefónicas que mantenía con Jaime (voy a decirle Jaime como si en verdad fuéramos grandes amigos) y destaca algunos trazos de su personalidad, como su obsesión por corregir y enmendar sus textos hasta el último momento o su convicción de que la crítica no debería ser ni una rencilla personal ni un ajuste de cuentas. Pero, sobre todo, lo que me transmiten las palabras de Jursich es algo que comprobé después con la lectura de los ensayos: el humor y la inteligencia de Jaime. Un humor corrosivo atraviesa la mayoría de sus piezas ensayísticas que el autor había publicado entre 1998 y 2003 en la revista El Malpensante. Todas ellas relacionadas con la literatura y el campo literario.