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Escritores asesinos

23 May

En el transcurso de la novela de Roberto Bolaño Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce (1984), el personaje central, Ángel Ros, escribe una novela en catalán titulada Cant de Dèdalus anunciant fi, donde el protagonista es un asaltante de bancos y especialista en la obra de James Joyce. Dice Ros: “Lo importante, por supuesto, no eran los atracos ni su vida clandestina, sino el hecho de que fuera un entendido en Joyce. Parecerá extraño que un hombre violento, un desvalijador de bancos, sea al mismo tiempo un erudito digno de pertenecer al menos al círculo de los archiveros de Joyce en España.” 

En la última frase está una de las pistas centrales de la obra de Bolaño, una idea pre-fabricada que él ataca con insistencia desde sus primeros textos: que un hombre de letras, un artista, no puede ser al mismo tiempo un ser vil, un criminal y un asesino. Gran parte de su obra parece escrita para demostrar lo contrario: que un artista puede ser también un asesino. La operación que realiza Bolaño y que caracteriza buena parte de su obra narrativa, hace confluir lo artístico, asociado a la belleza, con lo criminal, asociado al mal y a la perversión, para crear personajes que potencializan la transgresión de las normas morales y sociales.

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