En el transcurso de la novela de Roberto Bolaño Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce (1984), el personaje central, Ángel Ros, escribe una novela en catalán titulada Cant de Dèdalus anunciant fi, donde el protagonista es un asaltante de bancos y especialista en la obra de James Joyce. Dice Ros: “Lo importante, por supuesto, no eran los atracos ni su vida clandestina, sino el hecho de que fuera un entendido en Joyce. Parecerá extraño que un hombre violento, un desvalijador de bancos, sea al mismo tiempo un erudito digno de pertenecer al menos al círculo de los archiveros de Joyce en España.”
En la última frase está una de las pistas centrales de la obra de Bolaño, una idea pre-fabricada que él ataca con insistencia desde sus primeros textos: que un hombre de letras, un artista, no puede ser al mismo tiempo un ser vil, un criminal y un asesino. Gran parte de su obra parece escrita para demostrar lo contrario: que un artista puede ser también un asesino. La operación que realiza Bolaño y que caracteriza buena parte de su obra narrativa, hace confluir lo artístico, asociado a la belleza, con lo criminal, asociado al mal y a la perversión, para crear personajes que potencializan la transgresión de las normas morales y sociales.
Bolaño realiza una investigación particular, que será profundizada en varias de sus novelas y cuentos, en torno a las oscuras relaciones que existen entre la literatura y el mal, las complicidades de la creación y la crítica literaria con los actos infames y violentos. El tema ya aparece en la novela Consejos de un discípulo de Morrison… y en La pista de hielo de 1993, pero es a partir de La literatura nazi en América (1996) que adquiere mayor relevancia, profundidad y originalidad en su tratamiento.
¿Qué pasa cuando se juntan esas dos características en un mismo personaje? ¿Qué extraño resultado se produce cuando juntamos la sensibilidad artística y la tendencia asesina? En ese momento estamos en la presencia del dandy del horror: un ser extremadamente sofisticado, elegante, refinado, con una gran sensibilidad artística, y que al mismo tiempo, es capaz de cometer los crímenes más atroces sin ningún remordimiento o sensación de culpa. Ángel Ros podría ser considerado como un antecesor menor del dandy del horror, mejor representado por Carlos Wieder, poeta y asesino de la novela Estrella distante (1996), o por algunos de los personajes que conforman la enciclopedia de La literatura nazi en América.
De su obsesión por juntar la literatura y el mal, se deriva la predilección de Bolaño por situar personajes del espacio literario – poetas, escritores y críticos – en medio de situaciones extremas donde imperan el crimen y el asesinato. Desde La senda de los elefantes, publicada en 1993 pero escrita entre 1981 y 1982, hasta su novela póstuma 2666, publicada un año después de su muerte en 2004, el destino coloca a poetas, escritores y críticos, en medio del horror. Por eso, aunque la primera impresión que se tiene al aproximarnos a Bolaño es que el tema central de su obra es la propia literatura, cuando observamos con más detalle vemos siempre esos personajes-escritores en situaciones extremas, en el límite que separa – aunque en este caso seria mejor decir que une – la belleza, la creación poética, el arte y la infamia, el asesinato y el crimen. Por esa razón, como dice Gonzalo Aguilar, “…el tema de las novelas de Bolaño es, más que la literatura, sus bordes perversos y espantosos”.
Al estilo de De Quincey en Del asesinato considerado como una de las bellas artes (1827), gran parte de la obra de Bolaño cuestiona el presupuesto de lugar común que asocia la belleza como símbolo de moralidad. De Quincey realiza una crítica satírica a la tradición filosófica que asume una relación coherente y no problemática entre ética y estética, defendiendo la idea de que nuestra experiencia del asesinato y otras formas de violencia es primordialmente estética y no moral. En este sentido, si el asesinato puede ser experimentado desde una perspectiva estética, entonces el asesino puede ser visto como un artista.
Textos de Bolaño como Estrella distante, La literatura nazi en América o Nocturno de Chile (2000), juegan precisamente con esos límites complejos entre ética y estética. Muchos de los personajes escritores de Bolaño, dejan la sensación de que basta un pequeño movimiento para pasar de la belleza de la poesía a la violencia extrema. Esa cercanía del mal y la literatura nos lleva a cuestionar si no estará el arte vinculado de forma íntima con el mal, si como dice Bataille en el prólogo de La literatura y el mal, la literatura no tendrá que declararse culpable. Me parece que esta problemática se encuentra en el eje central de la obra bolaniana.
Ops, ya lo cambié…