Desde que vivo en Rio, hace ya once años, me ocurre el siguiente fenómeno (que tal vez sea compartido por otros lectores y escritores): cada vez que vuelvo a Bogotá y visito una librería siento que hay muchos más libros interesantes que en las librerías de Rio. Y esto no tendría porque ser así. Quiero decir, en ambos lugares hay excelentes librerías, hay buenas traducciones, hay tendencias literarias similares, hay buenos y malos escritores. Sin embargo, la cuestión de la lengua parece no perder su centralidad en mi caso. Como si quisiera confirmar aquella vieja frase que dice que la patria de un escritor es su lengua. Bolaño le añadía los amigos y la biblioteca. Mi biblioteca está aquí en Rio y me quedan pocos amigos en Colombia y a pesar de todo la lengua sigue siendo un polo de atracción e identificación con algo muy profundo.
Por eso admiro a los escritores que consiguen cambiar de lengua para escribir: Beckett, Conrad, Copi, Wilcock, Perlongher. Yo aún no lo consigo. Cuando intento escribir ficción directamente en portugués me bloqueo, me siento extraño, la escritura no fluye. Por otro lado, ¿los escritores que cambian de lengua se incorporan o no a la tradición que eligen? ¿Conrad es un escritor polaco o inglés? ¿Wilcock es un escritor argentino o italiano? Si escribo en portugués, ¿me volveré entonces un escritor brasileño?
El escritor, decía Proust, escribe en una especie de lengua extranjera. Deleuze, siguiendo a Proust, dice que el escritor extrae nuevas estructuras gramaticales o sintácticas, que saca a la lengua de los caminos conocidos haciéndola delirar. ¿No podría ser que un extranjero (un extraño) usando un lenguaje ajeno pueda, más fácilmente quizás, explorar esas sendas, forzar el lenguaje por caminos alternativos de expresión?
La contaminación ya se produce de todos modos y mi español se ve muchas veces poseído por construcciones ajenas, palabras que no significan lo que yo creo que significan y errores ortográficos que harían sonrojarse a un colegial de doce años. Así que no debería ser tan difícil hacer el camino inverso y contaminar el portugués. Aunque no estoy pensando precisamente en el portuñol que ya practican algunos escritores de frontera, sino en escribir en portugués desde el punto de vista de un extraño, de un ser ajeno a la lengua que utiliza.
* Palabras leídas en el Encuentro “Pensando América Latina desde Brasil”, realizado en la Unirio el 22 de agosto de 2014.
Deja una respuesta