Desde una perspectiva amplia, puede verse la obra de Bolaño como un intento exhaustivo por describir el mundo de la literatura, especialmente en el contexto latinoamericano de los años 70 hasta finales de los 90. Novelas como Los detectives salvajes, Amuleto, La literatura nazi en América, Estrella distante, Nocturno de Chile, 2666, así como muchos de sus relatos, tratan precisamente de las condiciones del campo literario en esos años. El crítico mexicano Christopher Domínguez Michael afirma, por ejemplo, que “[c]on una versión anotada [de Los detectives salvajes] se podría reconstruir casi a la perfección el mapa literario de México en los años setenta”.
La obra de Bolaño puede ser interpretada como la puesta en escena del acto poético. Pero además como la puesta en escena, algunas veces de forma seria, otras de forma paródica, de todos los elementos que conforman el campo literario. No sólo en lo relacionado con las condiciones de creación: la vida de los artistas, sus conflictos íntimos, sus respectivas poéticas y canones, sino también las relaciones de los artistas con editores, directores de revistas, periodistas culturales, funcionarios y lectores.
Las biografías de artistas en Bolaño, sean o no apócrifas, o tomando la forma de la autoficción, se incorporan a este movimiento de descripción y revisión del campo literario y a la lucha por el canon que realizan los escritores. Si La literatura nazi en América, por ejemplo, juega con la forma de una antología y la construcción de un canon imaginario americano, parodiando el tono y el estilo de un manual de historia literaria, Nocturno de Chile nos presenta en detalle la voz, la vida y los conflictos éticos de un crítico literario chileno que contribuye decididamente a la construcción de ese canon. La parte de los críticos, típica novela de campo académico, retrata los pormenores de la crítica, sus procesos de escritura, los viajes y encuentros en seminarios y congresos académicos, la manera en que se fabrican las alianzas y los conflictos entre los grupos de críticos con diferentes posturas interpretativas, así como la amistad y el amor que surge entre ellos.
En cuentos como Sensini se describe la lucha de escritores desconocidos o aún poco reconocidos por el mercado, para conseguir su sustento económico a través de la escritura, los trucos a los que recurren los escritores (como mandar el mismo cuento con distinto título a varios concursos) así como la amistad entre un joven escritor y un posible maestro.
Ejemplos de este tipo abundan en la obra de Bolaño, aunque hay que anotar que su postura es crítica, no es condescendiente ni autoelogiosa del oficio. Aunque destaca algunos aspectos positivos de la vida literaria como la amistad entre algunos poetas o el placer, la alegría y la resistencia que por momentos puede brindar la labor poética y la lectura, en general su visión es pesimista y desilusionada: el campo literario es representado como “un campo minado” lleno de trampas y conspiraciones, o como un “ejercicio de cortesanos” que suele ser ridículo y en no pocas ocasiones también perverso. De ahí que Bolaño se interese particularmente por las cuestiones éticas que rodean a escritores y críticos y por los criterios que rigen la elaboración de ciertos canones literarios.
Aunque incorporado a la corriente de la literatura sobre la propia literatura, en el caso de Bolaño me parece que su estrategia se aparta de la reflexión sobre el proceso de escritura de la propia obra, hacia la descripción más panorámica de un observador de lo literario. La mirada de un observador participante que retrata desde adentro las relaciones de un campo específico. Aunque lo literario sea su tema predilecto, sus obras no giran en torno únicamente a la reflexión sobre el proceso de escritura, sino en torno a las condiciones generales de vida que rodean a los actores que intervienen en el campo literario. De este modo, su literatura trasciende el juego cerrado del propio proceso escritural y se acerca a los conflictos más generales de la vida de los poetas, escritores y críticos, en especial, en el contexto latinoamericano contemporáneo de post-dictadura.
Por otro lado, me parece que Bolaño se aleja de lo hiper-literario al mezclar varias tradiciones en su obra: la erudita y metaliteraria en la línea de Borges, con una tradición más vitalista a lo beatnik, y también con una tradición de novela policíaca y de aventuras, creando textos que se acercan a una especie de género policíaco-literario. Ese recurso a la intriga detectivesca contribuye sin duda a ampliar el círculo de lectores de Bolaño que sobrepasa los tradicionales y no tan amplios lectores de un típico autor cult.
La cuestión policíaca, de búsqueda, y de intento por resolver un enigma (aunque ese enigma nunca se resuelva), así como la conjunción con la cuestión del mal y la perversión le imprime a la obra de Bolaño una característica diferenciadora en relación, por ejemplo, a otras obras contemporáneas donde lo literario aparece también como tema central y conductor de las narrativas pero a través básicamente de la descripción del propio proceso de creación de la obra.
Pero esto no invalida el argumento central de que gran parte de la obra de Bolaño funciona como un ejercicio de descripción y revisión crítica del campo literario latinoamericano de las últimas décadas del siglo XX. Bolaño no escribe libros de crítica a la manera de Octavio Paz, Carlos Fuentes o Mario Vargas Llosa, pero al contrario de estos autores, es gran parte de su obra ficcional, especialmente a partir de La literatura nazi en América, la que puede verse como un ejercicio de crítica y de revisión del propio funcionamiento del campo literario en América Latina, y estos escritores-críticos pasan a formar parte de ese mundo crítico-ficcional bolaniano.
En Bolaño no existe esa independencia entre la crítica y la ficción que caracteriza a escritores-críticos como Fuentes o como Vargas Llosa. Los textos de Bolaño, como afirma Celina Manzoni, “[…] evitan esa separación, casi universalmente establecida, para hacer coincidir el momento de la crítica con el de la ficción, sea en el interior de los propios textos, sea en la simultaneidad de ambos movimientos”. Es en este sentido que Bolaño se aproxima del gesto de Piglia, de Vila-Matas, de Silviano Santiago o de los últimos textos de Sergio Pitol.
Deja una respuesta