Angustia

6 Feb

Fotografía de Oscar Berrueta

Estoy en una casa en el campo con mi familia. La casa es de madera y hay pocos muebles. Estamos de pie alrededor de una mesa y siento que hay un clima de angustia. Miramos el mapa de una ciudad y alguien señala un lugar en el centro, detrás de la Catedral. De repente los perros comienzan a ladrar. Salgo con mi padre de la casa. Llevo en la mano las gafas y un libro o un cuaderno. Afuera hay dos hombres y una mujer. Los observamos pero no decimos nada. Ellos caminan tranquilamente como si estuvieran conociendo el lugar. En algún momento levantan la mirada y comenzamos a hablar. Son ingenieros alemanes pero hablan muy bien español. Dicen que trabajan en una construcción muy cerca de allí. “Todo lo que hay debajo de nosotros es de acero”, dice uno de ellos. El resto de mi familia sale de la casa y se acerca para conversar con los ingenieros. Las gafas y el libro o el cuaderno los he dejado en el suelo, junto a un árbol. “¿Eres ingeniera civil?”, le digo a la mujer buscando conversación. “Sí”, dice ella. Estamos muy cerca, puedo sentir la proximidad y el calor de su cuerpo. En algún momento uno de los ingenieros aparece de pie sobre una pequeña casa que surge misteriosamente de un costado del jardín. La casa es de un azul brillante y está montada sobre una plataforma de metal. “Esa no es la construcción”, dice el otro ingeniero riendo y señalando la casa. Después de eso los ingenieros dicen que se tienen que ir. “¿Nos volveremos a ver?”, le digo a la mujer. “No lo creo”, me dice ella en un tono seco. Cuando vuelvo caminando por el jardín hacia la casa veo una luz roja intermitente debajo de mis pies, en el subsuelo. El camino se ha convertido en una sucesión de techos transparentes y abajo puedo ver unas extrañas máquinas, tubos y conexiones. Empiezo a correr y le digo a mi padre que hay una alarma sonando. Él se aleja un poco y después nos grita que corramos hacia la montaña. En ese momento una gran inundación se precipita contra la casa, arrasando con todo. Yo me subo en una especie de puerta o tabla donde está mi hermano. Después de navegar por un rato llegamos cerca de la montaña. Hay mucha gente caminando. En esta parte el agua no es tan profunda y le digo a mi hermano que nos podemos bajar y seguir a pie. Cuando llegamos a tierra firme empiezo a preguntar por el resto de mi familia. “Estamos todos bien”, dice mi madre. Sé que mi esposa no estaba en la casa. “¿Y mis hijos?”, le pregunto a mi hermana preocupado. “Tú no tienes hijos”, dice ella. “¿Y por qué no?”, le digo.

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