–No, demasiado común. Tiene que ser algo más raro, algo que evoque misterio, una personalidad agobiada por la angustia, un nombre que evoque el borde de un precipicio.
–Está difícil, dijo ella.
Nuestro héroe, que por ahora vamos a llamar el escritor de culto, a falta de un nombre misterioso que evoque el borde de un precipicio, habla con su mujer en la sala de su casa. Su historia es simple: nació en Medellín en una familia de clase media, estudió en buenos colegios, su madre tenía una biblioteca aceptable, leyó desde muy pequeño y quiso ser escritor. Sus padres, obviamente, se opusieron, aunque de forma moderada: lo persuadieron para que estudiara economía o derecho, algo que le diera con qué vivir. “La literatura es bonita, pero como hobby”, había dicho su madre. El escritor de culto, por supuesto, odiaba la palabra hobby y mucho más si estaba asociada a la palabra literatura.
Sin ninguna convicción se decidió por derecho, sabía que varios de los grandes escritores que admiraba habían estudiado derecho, y recordó que un gran maestro de la ficción había dicho que el mejor entrenamiento para escribir una novela era estudiar a fondo el código penal. Después de algunos semestres todo esto le pareció mentira, o por lo menos bastante exagerado, pero siguió estudiando porque no quería pelear con sus padres y perder el dinero que le daban mensualmente. El escritor de culto, como todo escritor que se respete, detesta trabajar, así que siguió estudiando y fue pasando las materias de la universidad con notas mediocres, mientras en las noches escribía y leía y poco a poco crecía el deseo de convertirse en un verdadero escritor de culto. Pero sabía que no iba a ser fácil. Ser escritor era fácil, ser un best-seller era fácil, inclusive ser un escritor serio y reconocido, le parecía una tarea fácil, pero ser un verdadero escritor de culto no lo era, ahí estaba el desafío.
¿Y qué se necesita para ser un verdadero escritor de culto? Varias cosas: ser completamente innovador, estar contra todas las corrientes literarias del momento, ser ininteligible para la mayoría de sus contemporáneos, publicar poco (mejor incluso si toda su obra es publicada de manera póstuma), negarse a dar entrevistas, usar siempre pseudónimos y, condición importante aunque no estrictamente necesaria, llevar una vida licenciosa, turbulenta, habitar el submundo, coquetear con la muerte. El verdadero escritor de culto es, antes que nada, un poeta en todo el sentido de la palabra.
Nuestro escritor comenzó su tarea de forma sistemática en noviembre del año 1993 elaborando un plano minucioso con la ayuda de dos amigos que en esa época hacían parte del Taller Literario de la Universidad Autónoma. La primera parte del plan consistía en la elaboración de una lista de autores que abarcaba lo mejor de la historia de la literatura. La lista, tal como fue elaborada por el grupo, es la siguiente: Shakespeare, Cervantes, Montaigne, Milton, Tolstoi, Lucrecio, Virgilio, San Agustín, Dante, Geoffrey Chaucer, el Javista, Platón, San Pablo, Mahoma, Samuel Johnson, James Boswell, Goethe, Freud, Sade, Thomas Mann, Nietzsche, Kierkegaard, Kafka, Proust, Samuel Beckett, Moliere, Henrik Ibsen, Tchekhov, Oscar Wilde, Luigi Pirandello, John Donne, Alexander Pope, De Quincey, Jonathan Swift, Jane Austen, Lady Murasaki, Nathaniel Hawthorne, Juan Rulfo, Herman Melville, Charlotte y Emily Brönte, Virginia Woolf, García Márquez, Emily Dickinson, Robert Frost, Wallace Stevens, T.S. Eliot, William Wordsworth, Shelley, John Keats, Leopardi, Lord Tennyson, Cortázar, Swinburne, Dante y Christina Rossetti, Walter Pater, Hugo von Hofmannsthal, Víctor Hugo, Gérard de Nerval, Poe, Baudelaire, Rimbaud, Valéry, Homero, Camões, Joyce, Alejo Carpentier, Octavio Paz, Stendhal, Marc Twain, Faulkner, Flannery O´Connor, Walt Whitman, Fernando Pessoa, García Lorca, Cernuda, Clarice Lispector, George Eliot, Willa Cather, Edith Wharton, Scott Fitzgerald, Flaubert, Iris Murdoch, Eça de Queiros, Machado de Assis, Borges, Italo Calvino, D.H. Lawrence, Tenessee Williams, Eugenio Montale, Balzac, Lewis Carrol, Henry James, Robert Browning, William Butler Yeats, Charles Dickens, Dostoievski, Isaac Babel, Paul Celan, Guimarães Rosa, Thomas Pynchon.
Muchos días con sus noches pasó nuestro héroe estudiando las obras, haciendo comparaciones, observando los cambios de estilo, los modos de narrar, la construcción de los personajes, las diversas descripciones y las estrategias usadas por los escritores en la construcción de la trama. Algunos autores le apasionaron, otros le causaron miedo, tuvo que hacer un gran esfuerzo para leer algunos que le aburrían, pero sabía que era un ejercicio necesario, sabía que para hacer algo realmente nuevo, tenía que conocer a fondo la tradición literaria que lo precedía.
Sus padres pensaban que estaba dedicado completamente a sus estudios y aunque le reprochaban de vez en cuando que se quedara leyendo hasta la madrugada, en el fondo estaban orgullosos de la dedicación de su hijo. “Será un gran abogado”, pensaba su madre. “Será un gran político”, pensaba su padre. “Será un gran marihuanero”, pensaba su hermano que siempre tuvo un mejor sentido de la realidad y siempre desconfió de las extrañas actitudes de su hermano mayor.
* Fragmento de la novela «El escritor de culto. Guía rápida», Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2013.
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