El título de este post hace referencia a la serie de imágenes “Viva os maluco” compartida en Facebook por el escritor brasileño André Sant’Anna. En realidad me hubiera gustado usar la misma frase de Sant’Anna, un escritor que admiro, pero fue precisamente la ausencia de malucos/locos o de una literatura maluca lo que más me ha llamado la atención en las antologías de jóvenes escritores (brasileños e hispanos) organizadas por la revista Granta.
Después del pequeño revuelo en el panorama literario que causa toda antología y que hace parte de su razón de existir, fui a la librería más cercana a mi residencia y compré la Granta en portugués, titulada, con una pizca de soberbia y bastante de estrategia de marketing: “Os melhores jovens escritores brasileiros”. A su lado y a mitad de precio estaba la Granta de “Los mejores jóvenes escritores en español” y también la compré. Debido a mi desocupación permanente y a que tengo una magnífica esposa que me mantiene dediqué las últimas semanas a leer las dos antologías. “¡Qué valiente!” dijeron mis amigos más osados. “¡Qué pérdida de tiempo¡” dijeron los más escépticos. “Encontrarás grandes cosas”, dijeron los más optimistas.
667 páginas más tarde, la respuesta para unos y otros me remite al concepto griego de templanza o como dirían mis tías en un lenguaje más coloquial: “ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre”. Es decir, hay buenos cuentos y hay esperanza de buenas novelas a partir de los fragmentos. (Por otro lado, la opción por mezclar cuentos y fragmentos de novela complica un tanto el juicio comparativo).
Ambas antologías me confirmaron la calidad de algunos nombres ya más o menos consagrados como Daniel Galera, Santiago Roncagliolo, Ricardo Lísias, Samantha Schweblin, Andrés Barba, Michael Laub, Andrés Neuman, Carola Saavedra y Carol Bensimon.
Algunos me sorprendieron por sus apuestas más arriesgadas tanto en las temáticas, como en el enfoque y tratamiento del lenguaje como Alejandro Zambra, Sonia Hernández, Antonio Prata, Carlos Yushimito, Laura Erber, Antonio Ortuño, Vinicius Jatobá, Antônio Xerxenesky, Javier Arancibia y Patricio Pron.
Y otros me parecieron realmente abajo de las expectativas como Alberto Olmos, Tatiana Salem Levy, Lucía Puenzo, Luisa Geisler y J. P. Cuenca. De algunos de ellos había leído comentarios positivos que no se confirmaron con mi lectura de la selección para la antología.
En medio a estas categorías hay una serie de narrativas bien construidas, limpias, correctas, pero que me dejaron totalmente indiferente. Aquí estoy llegando al punto que quería destacar: la predominancia abrumadora de cuentos y fragmentos de novela en un registro demasiado solemne y autorreferencial. Por otro lado, no se trata de condenar un determinado tipo de literatura, hay muy buenos textos en este registro. Lo que apunto es a un cierto exceso y repetición que llega a agobiar al lector (o a mí como lector). Y me pregunto: ¿será que los jóvenes escritores latinoamericanos son tan conservadores? ¿O la imagen que se desprende de las antologías responde a un determinado criterio de los jurados?
Cadê os maluco? ¿Dónde está la imaginación, el humor, la excentricidad? ¿Quién está siguiendo los llamados de Kundera al juego y al sueño? Parece como si la Literatura, con L mayúscula, la solemnidad, la seriedad, se hubiera apoderado de una gran porción de nuestros jóvenes escritores. En tiempos de aparente libertad y pluralidad, a juzgar por la selección de estas antologías, hay pocas apuestas diferentes y en general un tono y un registro de escritura bastante similar.
Me parece que el deseo de evitar los estereotipos mágico-realistas o el juego hermético de la metaliteratura nos ha arrojado al otro extremo de la isla. Creo que tal vez ya sea hora de recuperar la tradición de algunos de nuestros maestros y encontrar nuevas vías de fuga para la literatura, volver a pensar que en la escritura todo es posible.
Con relación a la cuestión autorreferencial quisiera creer lo que Nabokov afirmaba en el prólogo a la edición en inglés en 1970 de su primera novela, Mary: “La bien conocida propensión de los iniciantes a invadir su propia privacidad, insinuándose en su primera novela o incluyendo un alter ego, se debe menos al atractivo de contar con un tema totalmente disponible que al alivio de librarse de si mismo antes de salir en búsqueda de cosas mejores”.
Interesante reseña sobre la revista Granta. Como recién acabo de escribir una novela, estaba leyendo algunos de esos autores, a ver como es su escrita y si tengo alguna perspectiva como autor. Ya he leído algunos de los que destácas como buenos, pero voy a buscar los otros.
Que bueno Tiago, vamos a mantener el contacto, un abrazo.